Hay un insecto tan importante que en sus diminutas alas carga con el futuro de la humanidad, un insecto que rápidamente está desapareciendo. El Desorden Colapsador de Colmenas, CCD por sus siglas en inglés, ha atacado a millones de colmenas de abejas alrededor del mundo, incrementando el número de muertes y alertando a la comunidad internacional. Se tienen que tomar medidas urgentes o pronto el mundo como lo conocemos dejará de existir.

Se tienen datos de fenómenos parecidos desde 1869, pero a partir del 2006 se salió de control, los reportes actuales de las perdidas varían entre un 30% y 90% y en muchos casos las colonias sobrevivientes son demasiado débiles. Se han atribuido diferentes causas y algunas se han estudiado a fondo de manera individual, lamentablemente no es sólo una causa, si no el conjunto de todas lo que provoca su muerte.

Las abejas pueden considerarse como un súper organismo, forman colonias de 40 000 hasta 50 000 ejemplares formando relaciones complejas y organizadas que hacen que la colonia sobreviva. A pesar de tener una reina, en realidad no hay nadie dictando las ordenes. Es un misterio cómo toman decisiones colectivas y organizan la repartición de trabajos. Por ejemplo, existen abejas cuyo trabajo es limpiar el panal y sacar a los enfermos para poder mantener sana a la colonia. Otra habilidad que se ha descubierto, es que algunas abejas recolectan resinas medicinales para formar el propóleo, esto forma parte del material con que se hace la colonia siendo un antibacterial y protector natural.

Es importante señalar que existen mecanismos específicos en la polinización. La naturaleza es tan sabia, que ha creado una relación muy peculiar entre el polinizador y la cosecha, para que este escoja el néctar de la misma especie de flor, y con esto la fecundación sea un éxito. Quizá las relaciones más estudiadas han sido la de las orquídeas, que inclusive han llegado a tomar la imagen y semejanza de su polinizador para atraerlo, asegurando la perpetuación de su especie. Durante el transcurso de la evolución, hemos presenciado cambios evidentes en las relaciones entre los polinizadores y sus flores con grande ventajas para ambos grupos, disminuyendo la competencia y aumentando las posibilidades de éxito.

Pero, ¿qué fue lo que ocurrió?, ¿por qué después de sobrevivir millones de años las estamos viendo sucumbir tan rápido?. Después de la segunda guerra mundial los números de abejas comenzaron a disminuir notoriamente, prometiendo un paisaje sin flores y un sistema disfuncional de alimentos. La razón es que el hombre cambió completamente el sistema de agricultura tradicional, antes se plantaban coberturas de suelo como alfalfa y trébol, existía una diversidad de cultivos que aseguraba un suministro de flores durante todo el año y todas las técnicas para prevención de plagas eran naturales. Al llegar la “era moderna”, comienza una nueva industria de agroquímicos que prometían mayores cosechas, la llamada revolución verde no vino a hacer otra cosa que a corromper nuestros sistemas de alimentación con las sobras de los productos de la guerra.

Pero, ¿Por qué son tan importantes las abejas?. Naturalmente recolectan el néctar de las flores para alimentarse y durante este proceso, por el contacto con la flor, transportan el polen de flor a flor polinizándolas, es decir, ayudan a que las plantas tengan sexo. Más del 30% de los cultivos agrícolas del mundo, en su mayoría frutas y hortalizas, dependen de la polinización para producir frutos y semillas. Lo que quiere decir que sin abejas tendríamos mucho menos opciones para comer y, lo más importante de todo, es que probablemente este 30% dejaría de existir al no tener cómo reproducirse. El gran problema es que, a pesar de que se ha incrementado un 300% la producción de estas cosechas, el número de abejas sigue disminuyendo.

La revolución verde vino con un nuevo sistema de cultivo, “monocultivos”. Una misma especie sembrada en muchas hectáreas de suelo, pero este sistema trajo un acompañante, plagas. En un campo lleno de un solo cultivo, una plaga encuentra un festín. Los agroquímicos fueron la solución matando todo a su paso, insectos, hierbas, la microbiología del suelo y todo aquello que hacía posible que todo funcionara en armonía. Existe una amplia gama de agroquímicos, uno de estos son los herbicidas que matan las “malas” hierbas que crecen naturalmente en el suelo y muchas de éstas producen flor, asegurando un suministro constante de alimento para las abejas, al no haber flores, las abejas se van. En general, se ha demostrado que todos los agroquímicos resultan tóxicos para las abejas, en un estudio llevado a cabo por la Universidad de Pensilvania se vio que existen al menos 6 trazas de algún tipo de agroquímico en el polen que llevan las abejas al panal haciendo una reacción en cadena, comportándose como una epidemia.

Otras de las causas, que es la más conocida, son las enfermedades provocadas por virus, bacterias y parásitos, sin embargo, estas siempre han estado presentes y han evolucionado junto con las abejas por los 15 millones años que han estado en el mundo. Si en realidad esta fuera la causa principal, la extinción ya hubiera sucedido desde hace mucho tiempo, simplemente por selección natural. Pero, cuando estas enfermedades llegan a un panal donde los agroquímicos han hecho su trabajo, y han debilitado a la colonia, los microorganismos encuentran la oportunidad perfecta para atacar y la colonia sucumbe.

Las razones son variadas, algunas van desde lo absurdo hasta lo lógico, muchas son puestas como la causa número uno pero al siguiente día otro artículo lo niega. Por ejemplo, se ha dicho que las vibraciones de los celulares son las responsables de las muertes y que se han hecho un sin fin de estudios para comprobarlo, pero también está otra fuente que dice todo lo contrario. Buscar información sobre este desorden resulta abrumador y hasta confuso, por eso creer que la causante de este problema es sólo una razón es algo incoherente.

Lamentablemente no se ha combatido el problema de raíz, solo se ha resuelto de una manera práctica, implementando técnicas para polinizar manualmente, moviendo el polen de flor a flor con un pincel y en algunos casos, se han desarrollado instrumentos específicos para este fin. Por ejemplo, el polen en una flor de jitomate está muy escondido y la única manera de polinizarlos es con un aparato que asemeje la vibración del abejorro para poder liberar el polen. Sin embargo, se ha demostrado que se tienen mejores resultados, en calidad, tamaño y número, haciéndolo de manera natural, independientemente del aumento en los costos de los millones de empleados que se tiene que contratar para esta enorme operación.

Otra resolución que optaron los expertos, es llevar las abejas a donde se necesitan. Las abejas son empaquetadas en cajas y transportadas a través del mundo hasta llegar a su destino. Ahí las sueltan, y cuando termina la época de floración de ese cultivo, las abejas vuelven a sufrir el mismo trato, o sea, son nuevamente empaquetadas y transportadas hasta su próximo cultivo. Es evidente, que las abejas sufren mucho estrés durante este proceso. Son insectos que se han adaptado por millones de años al entorno donde viven, tanto que con el tiempo se formaron razas domésticas y ninguna de ellas es viajadora internacional por naturaleza. Además la relación que existe entre polinizadores y flores, se corrompe, la relación entre las abejas y su entorno, pierde el balance, y todo el ciclo natural se sale de control.

Otra de las brillantes “soluciones” a la falta de abejas fue crearlas. Parece sacado de un libro de ciencia ficción. A la Universidad de Harvard se le ha dado la tarea de crear abejas robóticas hechas de titanio y plástico que pueden polinizar cultivos transgénicos. El proyecto comenzó en el 2009, coincidiendo con el año en que los decesos de abejas se salieron de control. Pronto estos pequeños prototipos podrán ser programados para vivir en un panal artificial, coordinando algoritmos y comunicándose entre ellas acerca de los métodos de polinización y la localización de las cosechas. Además, reportes publicados por el laboratorio también las describen como un programa de vigilancia militar y mapeo.

Estás pequeñas abejas no sólo llevan en sus alas nuestro futuro alimentario, si no que están en el frente más importante para preservar la biodiversidad, belleza y espíritu de este planeta. Si las abejas tienen acceso a fuentes saludables de alimentos sobrevivirán y nos asegurarán a nosotros la misma salud en nuestras hortalizas y frutas. Tenemos mucho que aprender de las abejas, que no actúan por su propio bien, sino por el bien de la colonia, de la humanidad. Debemos estar conscientes de que pequeñas acciones pueden hacer grandes cambios en el mundo. Una flor natural, sin químicos dañinos y en un ambiente biodiverso, es fuente de vida y alimento para todo el mundo. Ayuda a las abejas.

Por Patricia Iglesias