El desarrollo sustentable está de moda. Los presidentes la mencionan cada que pueden poniéndole máscara de ecológico a los crímenes más atroces contra la naturaleza; las empresas hacen lo mismo con sus “reforestaciones masivas” que no sirven de nada y con sus productos “verdes”, la gente apoya trescientas mil causas a base de clicks y “me gusta”, pero la gran mayoría siguen actuando como si nada. Sabemos perfectamente qué hacer para revertir gran parte de nuestros problemas, sabemos que es sencillo, que cualquiera puede aprenderlo y que además puede ser muy barato; sabemos todas estas cosas pero aún no sabemos cómo impulsar lo más importante, lo más difícil, que se haga.

Ni si quiera hablo de que todos nos mudemos a ecoaldeas 100% sustentables, no sé si quiera si se pueda ser 100% sustentable. Hoy por hoy, con el marco legal, la situación sociocultural, la tecnología disponible y la diferencia de inversión en energía limpia contra energía petrolera o de carbón, sólo algunos pueden presumir acercarse a este loable objetivo. Más bien hablo de cambiar actitudes tan básicas y cotidianas como ir al baño. Hablo de dejar de ignorar absolutamente todas las señales que vemos a diario en el mundo y hacer por lo menos un cambio hacia el mejoramiento del planeta.

Las razones por las que lo sustentable muchas veces es más una estrategia de marketing que un mejoramiento real del medio ambiente son tantas y tan diversas que libros completos se podrían escribir sobre el tema. Parece que el cambio es imposible, más por una falta de voluntad y adormecimiento generalizado que por ignorancia, y es que muchas de las costumbres que podrían revertir el declive del medio ambiente son tan lógicas y sencillas que deberían ser sentido común y no lo son, aunque alguna vez lo fueron. Eso es lo que asusta, que uno tenga que convertirse en una especie de radical para aprender a vivir sin destruir el planeta, que sea una vida aparentemente apta sólo para algunos locos, aunque esto poco a poco vaya cambiando.

Falta difusión de información, no se puede hacer que la gente haga algo que no entiende, para que cuidar la naturaleza vuelva a ser sentido común tiene que empezar a ser precisamente eso, común. Se tiene que enseñar sin importar la religión, afiliación política, profesión, raza o sexo. Tiene que ser un tema de dominio público, no de dominio “científico”, político y mediático. No podemos esperar a enterarnos por las noticias que es demasiado tarde, estamos frente al reto más importante de nuestra era y a este paso, si el 97% de los científicos está en lo correcto, no nos queda mucho tiempo. El tema ya se discutió, ya se analizó y ya se llegó a un veredicto, ¿por qué entonces no vemos un cambio radical?

Uno de los problemas, es que disminuir nuestra huella de carbono es tan difícil como bajar de peso y mantenerse en el peso ideal. Ser sustentable, hoy en día, es lo mismo que estar a dieta; está de moda y todo el mundo dice hacerlo, pero ¿cuántos realmente bajan de peso y cambian sus hábitos para bien de por vida?. Siendo de México, el país más gordo del mundo y que gracias a sus riquezas enfrenta una de las situaciones ecológicas más problemáticas, puedo decir que hay una relación entre una y otra. Ambas requieren de más que un cambio de actitudes, requieren de un cambio integral de forma de pensar, reconocimiento de patrones, de miedos y ansiedades; requieren moldear una nueva forma de relacionarse con el problema a través de información y ser constantes para crear un hábito al que nunca se regresa, porque se entiende y sabe la manera en que nos afecta.

Otro problema es que, a pesar de que solemos echarle la culpa a los empresarios y gobernantes de sólo mirar por sus intereses, la mayoría de la sociedad hace lo mismo. Ni las empresas hipócritas, ni los gobernantes irresponsables existirían si tan solo dejáramos de comprar sus productos, trabajar para ellos y votar para que ocupen cargos importantes. Con esto no quiero satanizar ni a las empresas, ni a los gobiernos, ni a la gente que tiene cualquier relación social, comercial, laboral, etc, con ellos; porque de alguna manera u otra todos la tenemos, además de que estoy seguro que hay quienes realmente están impulsando un cambio. Sólo quiero dejar bien en claro que si realmente queremos solucionar el estado actual del planeta y la sociedad, tenemos que evaluar también nuestra parte de responsabilidad en el problema y empezar a ser realmente dueños de nuestras decisiones, de nuestras acciones y de sus consecuencias. No importa que gran parte de la destrucción la cause sólo el 20% del planeta, el otro 80% debería estar capacitado para contrarrestar el daño, tomar el control e impedir que unos pocos nos lleven a todos a la situación caótica que ya estamos viviendo.

Así como el famoso análisis de la gallina de Bill Mollison, nosotros también tenemos que estudiar a profundidad nuestras relaciones con todo lo que nos rodea. Estoy seguro que todos tenemos algo que aportar para el mejoramiento del medio ambiente desde el lugar en el que estemos. Afortunadamente las soluciones son muy sencillas, sólo hace falta que se empiecen a enseñar y adoptar masivamente para que el cambio suceda. La tecnología ya existe y podemos fácilmente mejorarla, las técnicas cada vez se utilizan de manera más efectiva, sabemos exactamente lo que se puede hacer y sabemos perfectamente qué funciona.

Ser sustentable requiere el mismo compromiso que hace el alcohólico a la virgen cuando dice que “está jurado”. Por qué no agregar a estos juramentos cosas como el que a partir del lunes vamos a bañarnos en la mitad de tiempo o no comer en Mierdonalds por un año, dejar de consumir refresco y con el dinero ahorrado comprar alimentos orgánicos en algún mercado local o empezar un huerto casero, disminuir el consumo excesivo de carne y desperdicio de comida hasta ahorrar lo suficiente para instalar un sistema básico de tratamiento de aguas grises, etc, etc, etc… Hacer todo esto posible, sólo requiere lo que requiere hacer cualquier cosa que valga la pena, HUEVOS de gallina frescos, huevos grandes y orgánicos que estén apoyados por un sistema que promueva relaciones de regeneración y cuidado del planeta.

Por Javier de Cortina